sábado, 1 de enero de 2011

El día que no se pudo izar la bandera. (Sólo para mayores)

Estamos en enero del 2011. El año pasado fue un total descuido de este blog, por lo que pido disculpa a todos mis fieles seguidores -¡bah! ni mi vieja sabe la existencia de este blog-. Por alguna razón absurda dejé de escribir; luego por razones laborales, el tiempo no me da ni para respirar. A pesar de ello, el 2010 se suscitaron distintas anécdotas, con distintos sabores, olores y demás menestrones, diga menesteres. Esto me ha generado un anacronismo mental y absurdo, que me hizo pensar que ya esas anécdotas del 2010 ya no eran tan frescas para escribirlas, porque debieron ser escritas ahí no más, en el momento. Pero, ¿cuál de mis anécdotas han sido escritas con semejante frescura? ¡Imbécil!

Desde que me he creído el cuento de ser escritor, he llegado a descubrir una pasión por la escritura –por la escritura pública será-.Bloguear ha sido y es una faceta, disque artística, que me permite desarrollar mis cualidades literarias; y que gracias a que en mi club de Rotary se me otorgo la edición semanal del boletín del club, me han permitido ir puliendo un estilo propio. Y esto me ilusiona a tener proyectos literarios, como escribir novelas, o un nuevo blog de cuentos –creo que esta idea la estuve postergando, por la misma estúpida razón que me alejó de este blog-, un blog de opinión, en fin muchas cosas que se pueden hacer. Lo único que les prometo es seguir alimentando este blog y hacer un nuevo blog de cuentos, que en cualquier momento sale al aire.

Y ahora, ¿qué mierda les cuento? Como una vez manifesté, es difícil decidirse por una anécdota cuando hay varias. Claro tampoco es que piensen qué anecdótico es este pata, pero por favor por alguna vez en sus vidas compréndanme.

Pero seguiré siendo fiel a mi causa, escribiré la más ridiculizante de todas. ¡Ojo, pestaña y cejas! Hay un grupo de amigos que han reclamado esta historia, y dado que mi cuenta de ahorros no muestra un incremento… ¡ja, ja, ja! La contare con nombres y apellidos. Así que no vale picarse. Además el que hizo el ridículo fui yo. Bueno no lo hice, así fue como me dejaron.

Resulta que viajaba a Lima para el concierto de Metallica. Aproveché el fin de semana previo al concierto para estar en la capital. Llegué un sábado, y mi amigo Holguer estaba resentido conmigo porque no había podido llegar el viernes para celebrar su cumpleaños. En la tarde me reuní con él, con Willy y Allan; si ese cuarteto que parece casi un octeto.

Sobre la noche estuvimos merodeando por pubs y puntos chupísticos del rico San Miguel. Pero la ordenanza municipal de cerrar pubs pasada las 12 de la noche, nos obligaba a buscar otros nortes.

Fue ahí donde empezamos a merodear por lugares aptos para mayores de edad. Que abuso lo que hacen estos señores conmigo, corrompiendo a este niño santo y sano, porque yo soy un angelito.

Estábamos en la búsqueda de un night club, ver chicas calatas, tomar unas cervecitas y largarnos a dormir tranquilos.

Esa era la consigna. Y la verdad que no le veo nada de malo. Para mí. Después de mosquearnos por el boulevard de Los Olivos y ver que no pasaba nada, decidimos buscar un cabaret.

Llegamos a uno que quedaba casi por los límites del Callao – ¡qué miedo!- y más miedo adentro. Nos sirvieron cuatro chops para cada uno, y con eso pensábamos pasar un momento ver el baile de estas chicas que sufren de calor. Digo yo que sufren, porque aún no comprendo porque cuando bailaban se quitaban toda la ropa. Era verano y el calor las debe agobiar, pero que chicas para tener el coraje de quitarse la ropa por las altas temperaturas. Porque no mejor protestan al dueño del local y les pongan un aire acondicionado y así no tengan que despojarse de sus prendas de vestir al bailar.

El momento crucial de esta aventura culinaria, que tiene más ‘culi’ que ‘naria’, fue cuando anunciaron el show de sexo en vivo. Yo sinceramente, y bromas aparte, y al igual que mis amigos, no entendíamos de que se trataba ese show. Yo pensaba que se trataba de un baile ultra sensual de dos chicas con alguna sazón lésbica, lo cual admito me hubiese encantado ver. Y casi me creo eso porque al salir las dos chicas que tenían a cargo el show empezaron a bailar sensualmente y desnudarse. Acabó esa parte y empezó el sexo en vivo.

En qué consistía ese tan ansiado show. En que estas muchachas desaforadas de cualquier parámetro moral, ético… ¡ja! No soy cucufato. Estas bataclanas se acercaban al público, escogían a un parroquiano, lo llevaban al escenario, lo desvestían y le daban su respectivo trámite. Saben muy bien a lo que me refiero, no se hagan los/las inocentes.

Les juro que me quedé perplejo al ver eso. Y a pesar que uno de mis malintencionados secuaces me trataba de convencer de que era una oportunidad de poder tener sexo con dos flacas (gracias B.A.), la verdad que no me sentía convencido ¡las huevas!, paso.

Salía uno que otro tipejo al escenario, y yo rezando que ninguna de las dos chicas se acercaran por donde estaba sentado. Mis plegarias fueron en vano, pues una de las bailarinas se acercó a nuestra mesa, y después de la negativa del más flaco del cuarteto de gordos, que mas parece un octeto de cuatro; y además que el que estaba a mi derecha, B.A., me señalaba por mi espalda hizo que fuera yo el elegido de la mesa.

No entiendo hasta hora porque mierda no me negué. Salí al frente, al escenario, fui desvestido por las dos chicas delante de un montón de huevones que me observaban desde sus butacas. No había escapatoria, solo habría que esperar en aprovechar el momento y cumplir mi tan ansiada fantasía sexual de hacerlo con dos mozuelas féminas. Todo estaba bien, ellas rozaban sus intimidades con cada parte de mi ser, la cosa estaba tomando cuerpo y color; hasta que mi gran amigo de innumerables batallas no quiso levantar cuerpo. No lo podía creer. Que le costó a ‘pepito’ estirarse, despertarse y darme esos momentos de gloria. El desgraciado no quiso ni asomarse a la ventana, Why? Era la oportunidad precisa. Por más que me concentraba para despertarlo, él -cual cholo terco- dijo no, no y no. La desesperación se apodero de mí, al igual que la vergüenza. Entonces la fantasía estaba hecha una pesadilla infantil, ser el meollo de todas las burlas. ¡Ah! Eso no fue todo, para sentirme más ahuevado de los que ya estaba, una de estas bailarinas al hacer el último esfuerzo por despertar a ‘pepito’, me dijo: - Tu huevada no se para.

¡Nooooooooooooooooo! ¿Por qué a mí?, ¿Por qué? Por más que se disimuló el “acto” no tuve peor opción al final del show que salir del escenario recogiendo mis pertenencias que estaban regadas en el piso. Mis medias, mi calzoncillo, mi jean, mi camisa, mi billetera y me quedé buscando en medio del claro oscuro del puticlub mi dignidad. Consuelo de tontos, de los que salimos al escenario solo a uno le funcionó el apellido, y encima su suerte fue más prematura que un parto sietemesino. O sea, qué será peor, quedar como “IMPOnente” o como un imberbe precoz.

Ese día me di cuenta que ‘pepito’ no es un miembro exhibicionista, y es fiel amante de la intimidad, de la poca luz, y de la locación precisa para ‘eso’, ‘aquello’ o como quiera usted disimular la palabra. Lo que se puede concluir que impotente no soy. ¡Felizmente! Pero igual esa timidez de niño que no quiere a salir al escenario que tuvo ‘pepito’ marcó en mi vida como un centro de burlas entre los que estuvimos presentes. Y yo lo tomo como una más de las cosas curiosas que le pueden suceder a uno. De los momentos vividos en el 2010 indiscutiblemente éste tiene un aderezo especial que lo hace trascendental, para bien o para mal.

Al día siguiente, mi celular no dejaba de sonar. Los mensajes de texto y las llamadas burlonas de mis cómplices, estuvieron a la orden del día. Esta vez me tocó a mí ser el bufón de la velada, en esta vida hay que pagar todas las burlas que uno hace al prójimo. Así que caballero. Hoy por ti, mañana por mí.