viernes, 21 de diciembre de 2007

"Beviernes... ¡hip!"

Semana Santa en Colán del año 1993, yo era un niño de 16 años al que le encantaba beber. Hoy, en el 2007, han pasado 15 años, me sigue gustando el trago y sigo siendo un niño. Pero no vamos a discutir eso en esta anécdota.
Viernes Santo. Mi finado abuelo decía que hacer cualquier actividad ajena a la oración, la reflexión y el recogimiento en Viernes Santo, podría tener consecuencias muy desagradables. Pues él siempre contaba que de niño una vez sacó el carro de su papá un Viernes Santo, para dar una vuelta por la hacienda, y terminó chocando el carro. También contaba que mi papá una vez hizo aeromodelismo un Viernes Santo y se le cayeron todos los aviones; yo fui testigo presencial de esa tragedia. Lo que a continuación relataré también empezó sucediendo un Viernes Santo.
Era de noche, y yo estaba con mis amigos en La Camacho, empezando a perder el tiempo sin hacer nada productivo. Alguien, con mucho ingenio y desgaste neuronal, sugirió comprar un trago e irnos a La Cruz ha tomarlo. Para los que no conocen Colán, La Cruz es el cerro donde se aprecia una vista panorámica espectacular de toda la playa. También es lugar donde mejor se disfruta el ocaso del sol; de ahí es que se dice: "La luna de Paita y el sol de Colán". De noche es lugar predilecto de las parejas que hacen de las suyas en la oscuridad, o de los que van a pasar un rato a oscuras contando estrellas fugaces. Retornando a la historia, mis amigos y yo trepamos una camioneta, habiendo previamente comprado un vodka y una "7 Up" de litro, y nos dirigimos hacia La Cruz para ir a beber lejos del bullicio de las tiendas. Esta fue una operación que se repitió dos o tres veces.
Después recuerdo haber regresado por última vez a La Camacho y mientras "relojeaba" la zona iba yo encontrándome con distintos grupos de amigos, cada quien bebían su trago predilecto. Unos ron, y otros cerveza. Y a cada grupo que saludaba me invitaban, muy cortésmente, a compartir sus "brevrajes mágicos" - como hubiese dicho el Chavo del Ocho- y yo por dentro me iba "zazonando" más y más. El último grupo al que me acerqué a saludar estaba conformado por dos primos mios, Juan Ramón y Atilio; el "chato" Igor, Emilio y "Neto". Y con ellos me puse a "chelear" un buen rato. Yo ya me sentía bien "picaflor", pero quería que la noche no se acabara, pues para mí eso ya era sentirse bien. Al ver un desgaste monetario y el efecto de alcohol tardío, se decidió subir de 'level', en lo que respecta a contenido alcohólico de la bebida. Armamos una "chanchita" y sólo nos alcanzó para comprar una botella de Pisco. Si ese Pisco de Los Reyes. En esa época la producción, el consumo y la cultura del Pisco no se compara en nada con lo que ha evolucionado en la actualidad. En esos días comprar Pisco de los Reyes era comprar un trago barato y de pésima calidad. Ahora, en estos días, llego a pensar que ese disque Pisco de Los Reyes era cualquier cosa menos Pisco. Fácil que era metanol.
Esa vez ya andábamos tan misios que ni si quiera nos alcanzó para comprar una botella de 100 cc de gaseosa. Y no quedaba otra que empezar a tomar puro ese pisco. Alguien, que ya estaba apurado por ir a su casa, tan sólo agarró la botella, se sirvió en la misma tapita de la botella e ingirió el pisco y se fue a su casa. Yo creí que esa iba ser la dinámica del "asunto", tomarlo en tapita. Pero no fue así. Un amigo, seguro por impresionarnos a los demás, se apoderó de la botella y bebió de ella como si fuese un biberón con leche para un bebé. No recuerdo quien le siguió la corriente a éste, pero yo de mono también empecé a tomar a pico la botella de ese "disque pisco". Conforme se iba rotando el trago yo me iba embriagando a ritmo galopante.
Recuerdo que le dije a mi primo Atilio textualmente así y con uno tono de garganta de lata:
- Ysadwe wiewrfds wfrsd slvmre gpyo pewif f rgpordsuiew dsj
Que en buen cristiano se traduce de la siguiente manera:
- Ya no quiero seguir bebiendo, estoy muy mareado.
Desde ese momento no recuerdo casi nada, el monitor se me apagó. Dicen los demás que yo dejé diciendo que me iba al baño. Entiéndase como baño el médano, donde todos los que van a La Camacho a chupar, lo utilizan para hacer sus necesidades. Lo que podría yo recordar era que sentía que me había quedado dormido en la arena mojada de la playa, escuchaba el mar y me preocupaba que en cualquier momento iba subir la marea y me podía mojar. ¡Falso! En realidad no estaba en la arena mojada de la playa cerca al mar, estaba en la arena del medaño donde todos van a orinar, y los más 'zampaos' a vomitar, y justo yo yacía en medio de los orines, y porque no suponer que de uno que otro vómito. Era una inmundicia basura. Tirado ahí, inconsciente, en la que fue, hasta ahora, la peor de todas mis borracheras.
Mis amigos al ver que pasaba largo tiempo y yo no daba signos de vida me fueron a buscar hasta que me encontraron hecho una mierda en la arena. De ahí yo recuerdo escuchar un montón de voces, que me trataron de levantar y ponerme en pie, que Emilio me embutió su dedo en mi boca para inducirme el vómito y se lo terminé mordiendo tan fuerte que él, para zafarse de mí, me agarro a patadas. Y también recuerdo de haber escuchado la voz de un muchacho, estudiante de medicina, que me tomó el pulso y dijo que yo estaba demasiado acelerado. Después de eso no recuerdo nada. Lo que seguiré escribiendo son los testimonios de los que estuvieron presentes, y solo lo mencionaré a grandes rasgos. Mi primo Atilio de verme tan borracho se encolerizó tanto conmigo que según él me agarró a patadas, el chato Igor dice que lo vomité o lo escupí, no se exactamente como fue ese asunto, y que me dio un cabezaso que me hizo caer en la arena. Que lindos mis amigos en vez de ayudarme ha aliviar mi estado etílico me empeoraban a golpes. Pero que se puede esperar cuando todos están 'zampaos'. Y a veces las cosas no son tan ciertas como te las cuentan. Pero lo que si era cierto que yo estaba como muerto. Lograron levantarme y me llevaron a la casa en hombros arrastrando los pies.
Puede ser cierto que mientras yo estaba en trance iba hablando un mar de incoherencias, quizás unas jocosas, que no vienen al caso mencionarlas. Pero la verdad después de esa borrachera por suerte aprendí que en la vida la diversión no era tratar de embriagarse hasta más no poder, sino de saber respetar los limites de cada uno y aprovechar todo el tiempo que se dispone para 'farrear' y disfrutarlo. Como será que no recordaba nada, que al día siguiente mi amigo Perico me entregó mis pertenencias, y yo con mucho asombro le dije ¿Cómo es que tenía mis cosas?, obvio que no recordaba nada.
Acuérdense de lo que decía mi abuelo con respecto a los Viernes Santos, pues valgan verdades yo la pasé muy mal. Y ahora les terminaré describiendo cómo fue que quedé esa noche con esta canción que la aprendí de un programa humorístico: "No estaba muerto estaba de parranda...."

sábado, 8 de diciembre de 2007

¡Vamos a la playa oh, oh, oh, oh, oh!

Mi primo Juan Ramón y yo siempre hemos sido desafiantes a la muerte, y fanáticos de las escapadas nocturnas a Colán. Una ocasión mis tíos se fueron un fin de semana de verano a Lima, y se llevaron las llaves de la casa de playa de Colán. Mi primo y yo veíamos resignados nuestro fin de semana a pasarlo aburridamente en Piura cuando todos estaban disfrutando de la playita.
Pero como buenos necios que somos, nos resistimos a quedarnos en Piura ese sábado por la noche y planificamos una fuga a Colán, donde casi nadie nos esperaba, salvo los que estaban seguros que nos íbamos a escapar de Piura sí o sí.
Eran las nueve de la noche y estábamos en la camioneta Juan Ramón, Paola, Janice y yo; dejando dicho en la casa que nos íbamos al Tony´s. Una vez en el auto todos en silencio disimulábamos la fuga evitando cantar victoria antes de tiempo, fuimos a recoger a nuestro gran maestro Javichín, y después marcha a Colán.
Siendo casi las diez de la noche hicimos nuestra aparición en Colán dirigiéndonos de frente a la Camacho, ese conglomerado de tiendas que funciona como punto chupístico de la gentita colanera, calmando la angustia de unos, generando sorpresa en otros, y quizá indiferencia en el resto; pero eso sí, advirtiendo siempre que nunca estuvimos en la playa esa noche, por si las dudas.
De pronto, una vez saludada la gente y demás protocolo, recuerdo que Janice, Paola y yo nos fuimos a un hotel de Colán que recién habían inaugurado, y uno de los hijos de los dueños, que era amigo nuestro, estaba de cumpleaños; así que aprovechamos la visita para saludarlo y disfrutar del show nocturno que hacían en ese entonces todos los sábados en el hotel. Justo ese día el show lo hizo quien ahora es mi cuñado, Rafael, que cantaba música cubana. En una mesa estaban todos mis tíos, incluyendo mi papá; y todos ellos sabían que nosotros no teníamos permiso de ir a Colán ese fin de semana. Cuando chequié toda la escena me vi en serios apuros, porque si me pillaban nos jodíamos. Por lo pronto me las ingenié sentándome en un lugar alejado de la vista de mis tíos; departimos un rato y nos retiramos del hotel con Janice y Paola haciéndome cortinita para no ser visto.
Regresamos a la Camacho advirtiendo a Juan Ramón la alerta de que podíamos ser vistos en la playa por nuestros familiares y ponernos a posteriori en serios aprietos. Al cabo de una hora y media vimos pasar de regreso a casa el carro de los tíos, no nos habían visto, y por fin sellamos nuestra victoria. Sabíamos que ya podíamos hacer lo que nos daba la gana y que la familia nunca se iba a enterar. Y cada quien se disparó a vacilar por su cuenta.
Eran casi como las cuatro de la mañana me hallaba bebiendo con unos amigos, hasta que una extraña voz me llamaba:
- ¡Totora! ¡Totorita!
Volteo a ver quien me llamaba y no les miento que era mi viejo. Cuando lo vi sentí ese nerviosismo que se apodera de uno cuando lo 'ampayan'. Mi viejo acompañado del tío 'coco', el tío Giacomo, y otro tío más que no recuerdo exactamente quien era, todos ellos en una bomba de aquellas; con razón los apodaron como los "jinetes del apocalipsis". Mi viejo me llamó y se puso ha hablarme un montón de cosas que no le entendía con claridad. Algo así como:
-¡La libertad!- como haciendo referencia al abuso de confianza que los padres depositan en sus hijos.
A mí se me vino el mundo abajo. Dentro de lo prejuicioso que soy, imaginé la señora puteada que me aguardaba en casa el resto de la semana, que valgan verdades, yo en esos días tenía demasiados roches con mis viejos por algunos asuntos académicos. Presentí todos los castigos que me pudieran sentenciar, incluso hasta botar de la casa. En esos momentos no estaba cerca de mí ninguno de mis cómplices; no estaba Javier, no estaba Janice, ni Paola, ni mucho menos Juan Ramón. Pero después me di cuenta que muchos de ellos sí se dieron cuenta de la presencia de los cuatro "jinetes del apocalipsis" en las tiendas. Y digo esto porque ni bien se apareció Juan Ramón con la camioneta, como si hubiésemos salido de la nada, los demás abordamos, ha escondidas, la camioneta en un acto fugaz, propio de una escena de un secuestro, o un asalto de un banco, y le advertimos a Juan Ramón que nos largáramos en el acto a Piura porque la situación estaba extremadamente jodida y que habíamos sido visto a las finales por los tíos. Juan Ramón, que ni bien vio como subimos a la camioneta, y ni siquiera acaba de frenar el auto, arrancó de una sola con dirección a la carretera.
Ya en camino, nos cagábamos de risa del suceso, aunque yo por dentro sabía que el más jodido era yo, porque fui el único que lo vieron. Una vez en Piura quedamos en reunirnos en la noche del domingo para analizar como se iba a proyectar la semana.
Ese domingo por la noche , en casa de Juan Ramón, nos reunimos Paola, Janice y yo. Y conversando me di cuenta que no era el único que iba a pagar todos los platos rotos. Pues mi primo, como nunca - porque siempre que nos escapábamos a Colán botaba los vouchers del peaje- dejó los vouchers en la camioneta. ¡Grave error! Evidenció la fuga. Pues ese domingo por la mañana Giuliana, la hermana de Juan Ramón, usó la camioneta para pasar el domingo en Colán en casa del abuelo - eso si estaba permitido por mis sus padres - y vio los tickets del peaje. así que como buena hermana lo acusó directo con sus papás de nuestra fuga.
Vista la situación, se supuso este cuadro de lo que nos iba a pasar: Como mi viejo me vio, sentenciado; Juan Ramón después de que su hermana lo acuso, castigado; Paola viendo como se presentaban las circunstancias, se sintió de regreso a Lima donde su madre y con castigo peor que el de mi primo y yo. Pero Janice, ¡ja! ella se jactaba que no le iba pasar nada por que sus padres eran muy comprensivos y que a ella no le decían nada en su casa bla, bla, bla.
A las finales, a mitad de semana la sentencia fue la siguiente: Mi padre cuando regresó de Colán, no me dijo absolutamente nada; a Juan Ramón le dijeron "demasiado poco" de lo que habíamos previsto; Paola no fue mandada de regreso a Lima tan inmediata como ella temía. Janice seguía jactándose de lo liberal que eran sus padres con ellas y que sabía que no le iba pasar nada. Llamó un día a Lima a sus padres, en presencia nuestra, y de pronto vimos como su rostro se le iba decayendo, a las finales en esa llamada, su padre ya le había reservado pasaje de regreso a Lima al día siguiente y se quedó sin verano colanero.
Que no se me haga mala costumbre, pero al ver como se sentenció todo, me veo obligado a terminar esta historia con una moraleja, pues como dice aquel viejo y conocido refrán: "Quien ríe último, ríe mejor". A pesar de todo lo que creí que me podía suceder, yo si tuve un verano en Colán.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Año Nuevo 2001 (Segunda Parte)


A la mañana siguiente despertábamos doloridos; pues como comprenderán el cemento no es muy cómodo por más sleeping que uno utilice. Era el día de playa perfecto. Después de una acicalada de gato (desodorante y colonia) nos dispusimos caminar por las rocas y pescar. La pesca no fue milagrosa, pero se pasó un rato tranquilo agradable contemplando el ambiente playero. Regresamos a la casa y Miguel y yo fuimos a caminar un rato, inspeccionando el terreno. Llegamos hasta el hostal Los Delfines, y mientras consumíamos una gaseosa, al menos, aprovechábamos en utilizar el baño del hostal y hacer un lavado de gato, que es algo más deseable que tan sólo usar el desodorante y la colonia. Al regresar por la playa , la vista nos hizo una cruel jugada; deslumbrábamos a lo lejos un grupo de 'chicas lindas' que parecieran estar en la terraza de la casa de Boris. Al aproximarnos a la casa era cierto que habían un grupo de 'chicas lindas', pero en la terraza de lo vecinos. Todas eran hermosas, con sus bikinis, sus paredos, y lamentablemente con sus maridos. Eran lo vecinos del lado norte de la casa, todos llegaron en carrasos del año (y pensar que nosotros llegamos en carretilla), y en la casa ellos disponían de sillas, perezosas, hamacas, mesita con sombrilla; nosotros sólo disponíamos de una silla para niños con un respaldar, sin apoyador de espalda, de fierro oxidado como único mueble; ellos tenían comida de verdad, y nosotros puro enlatado. ¡Ah! como si fuese poco, nos olvidamos de llevar abrelatas. En la noche ellos tenían luz y nosotros la pasábamos a oscuras; nosotros reventábamos nuestro cohetecillos que sonaban "¡zic! y reventaban ¡puc!, y ellos reventaban camaretas que sonaban ¡sssssssssrrrooooaaaammmm!!!! y reventaban ¡bbbbbooooooooommmmm!!!! No nos quedó otra que esconder nuestro arsenal pirotécnico. Ellos tenían vodka Absolut, Chivas, Swing; y nosotros ron Kakún. Pero quieren saber algo, a las finales nos llegaba al cohete, ellos no tenían guitarra y nosotros sí, por lo tanto eso nos bastaba para pasarla bien chévere.


Pasaban los días, y de mañana íbamos a pescar, más por culto al deporte que por medio de subsistencia - porque de ser así nos moríamos en el acto-en las tardes jugábamos one y en la noche bebíamos. Una noche Boris prefirió quedarse en casa solo; como una especie de embrujo le dio un dolor de muelas que ni dormir lo dejaba, tenía una pierna entumecida, la irritación de piel a causa de la insolación, dolor de cabeza y paro de contar. Mientras tanto, Miguel y yo explorábamos el panorama playero como fieras en busca de posibles víctimas para la noche del 31. La verdad el panorama se hallaba de extremadamente difícil a imposible, tanto así que con trago en mano carburábamos nuestro plan de contingencia para celebrar el año nuevo en Máncora, pues sabíamos que el 30 llegaba a la casa, la entonces esposa de Boris, Mimi, y nosotros sentíamos que en la casa de pronto podíamos o bien sobrar, o bien tocar el "violín".


El día 30 llegó Mimi, que era entonces la esposa de Boris, a Punta Sal. La fuimos a recibir los tres a la entrada a la playa. Por dentro, Miguel y yo presentíamos que el plan de contingencia cada vez se hacía más factible, caso contrario nuestro año nuevo hubiese sido un asco. Mimi se instaló en la casa, se cambió y nos fuimos a caminar por la playa hasta llegar al Hotel Punta Sal. De regreso íbamos pasando por la casa del jefe de Mimi, un gringo alto, gordo, viejo y platudazo, que al darse que pasábamos caminando al frente de su casa gritó:


- ¡Del Castillo! Come on!


En ese momento Boris y Mimi se dirigieron a la casa. Miguel y yo sentíamos, que lo que presentíamos, ya era realidad. En esos breves segundos los dos vimos que todo iba a empeorar en un ¡zaz!. Y de pronto el gringo volvió a gritar:


- Hey guys!, Come on!


Y no es por nada, pero en ese instante la luz de la esperanza se encendió. La familia nos recibió, nos invitaron unos piqueos, y harta chela. Con decirles, que un cooler disponían de un montononooon de latas de cervezas de todos los colores, formas y sabores. Ese día nos invitaron a cenar en la noche. ¡Qué rico! Por fin comida de verdad. Una vez en la cena, llegaron a la casa una amiga de Mimi acompañada de otras dos niñas; y ahora sí créanme que el panorama juerguero de imposible mejoró a parrandero. De manera muy improvista ya teníamos un grupo para pasar el año nuevo al día siguiente, y obviamente el plan de ir a Máncora estaba totalmente descartado. Esa noche se armó un juergón, que si no vaciamos el bar del gringo, fue porque había suficiente trago para el día siguiente; atrás quedaba el asqueroso ron Kankún, que en esos momentos ni lo extrañábamos. Ese día bebimos, bailamos, hasta hicimos aeróbicos. Después fuimos al Wah!, que es un point donde la gente se reune a tomar, y ya estábamos bien turulos de tanto trago. Con decirles que una amiga estaba llorando porque extrañaba a su enamorado, otra estaba tan ebria que a cada rato se caía sobre la arena y gritaba:


-Fornication todo lo queretion!!


Yo estaba apoyado de un poste de caña y vociferaba como barra brava y con mucha euforia:


- ¡Ha fornicar!, ¡Ha fornicar!...


Boris, un poco abochornado, me decía:


- ¡Oe, tranquilo, qué gritas, no hagas roche!


Yo le repondría con voz borrachosa


-La forincard la nueva tarjeta de crédito....


Lo que hace el abuso de bebidas alcohólicas.

A la mañana siguiente amanecimos, algunos con una ligera resaca, quizás otros con una más intensa. Otro día perfecto de playa, cielo azul, mar cristalino, brisa, y sobretodo haaaarto bikini en la arena bronceando los cuerpos para la noche. Esa noche el jefe de Mimi nos volvió a invitar a su casa para recibir el año nuevo. En aquella ocasión presenciamos el mejor espectáculo pirotécnico de toda la playa, que ya quisieran nuestro vecinos tener uno así. Nos volvimos a reunir el mismo grupo de la noche anterior y la volvimos a pasar excelente.

A pesar de todas las limitaciones de la casa de Boris, ese año nuevo para mí fue excelente, y quizás único, y obviamente diferente. Hay aún, en esta historia, muchos detalles que he dejado de lado para no hacer de este relato extenso y aburrido. Y son justo esos detalles que hicieron que cada día, cada noche, cada instante fuesen mucho mejor a la anterior. Reitero, siempre cada noche que pasé en esa semana, siempre fue mejor a la anterior.

Ahora la casa de Boris está concluida, y les juro que es preciosa, y siempre la tiene alquilada para estas fechas. Quizás algún día regresemos para allanar a los demás vecinos jejejeje, quién sabe.





viernes, 30 de noviembre de 2007

¿Compañía?

Justo había terminado la fiesta de gala de la Facultad de Economía de la UNP, en el Centro Piurano, y había acompañado a mi amiga Diana a dejarla en la casa de su tía - por la esquina Junín con Huánuco-. una vez ella dentro de la casa de su tía me dirigí hacia al Tony´s donde habíamos acordado previamente todos reunirnos al terminar la fiesta.
Empecé a caminar por la Av. Sánchez Cerro, eran como casi dos o tres de la mañana, y me iba a Miraflores. A la altura del edificio Atlas en la otra vereda había un homosexual prostituyéndose, y al verme pasar, con una voz tan conchudamente ronca, gritaba: - ¡Colorao! - Seguro este pretendía que le hiciera "el favor". Yo traté de disimular el paso acelerado para evitar denotar miedo. Felizmente no paso nada y seguía caminando hacia el Tony´s. Cuando iba por la esquina de la cuadra donde se ubica el Hotel Vicús, se me acercaron en dirección contraria a hacia a mi otros dos homosexules, que trabajan de noche en toda esa zona, y uno de ellos me seguía diciéndome con una voz sensualona: - ¡Pssss!, ¡psss!, ¿Compañía guapo?
Yo no sabía como reaccionar en tan desquiciante situación, supongo que debí sonrojarme hasta más no sangrar, y el cabro de mierda me perseguía por toda esa cuadra ofreciéndome sus servicios: - ¡Pssss!, ¿Compañía?. No les miento que entré en pánico, pensé que en cualquier momento me iba asaltar, violar y porque no matar.
El maroco como que cumplió el servicio de "compañía" porque me hizo la 'taba', vendiéndose, toda esa cuadra hasta la altura del Tribi's.
A las finales bien dice el dicho: "Más vale solo, que mal acompañado". ¡Mai!

Como puta

Había una reunión reunida en la casa de mi amigo Boris, con los Aurich y la pandilla de los Robles. Cundo le comunicaba por teléfono a Boris que ya me dirigía a su jato, me recomendó de favor, para evitar tocar el timbre de su casa y no molestar a mis tíos, me vaya hacia la esquina del puente y gritara fuerte como puta, y que cuando el escuchase me abriera la puerta de su casa.
Llegue a la esquina del cuarto puente y grite tan fuerte, tal como él me advirtió:
- ¡¡¡Como putaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!
En seguida me dirigí a la casa de Boris y él ya estaba en la puerta esperándome.

Ai Huana Picchu

Cuando hicimos los Caminos Incas, se creó la frase 'Ai Huana Picchu', que no hacia referencia al cerro que acompaña a nuestra mística ciudadela, sino a la frase: "I want a picture"
Entre Marco, Juan Ramón, Gustavo y yo; el que dominaba el inglés, y era nuestro traductor oficial, era Juan Ramón. El resto si pretendía ligarse una gringa, tenía que seguir los consejos de nuestro 'locuaz interlocutor'.
Al regreso a Lima tuvimos que hacer un vuelo chárter Cusco - Arequipa, en una Antonov acondicionado para vuelos comerciales; y una vez en Arequipa hacíamos transbordo al Americana que nos trasladaba a la ciudad de Lima. Una vez adentro del avión sólo quedaban libres cinco asientos: Tres estaban al final del avión (en la cola) y adelante de éstos, los otros dos eran unos asientos independientes que supongo yo son los que usualmente utilizan las hoster en el momento que el avión despega y aterriza.
Mis tres amigos se posicionaron inmediatamente de los últimos tres asientos, no quedándome otra alternativa de sentarme solo en los dos asientos de al frente. Una vez sentado, vi como una linda gringa de pelo rubio, ojos claros y cuerpo delgado, ocupaba el asiento que sobraba a mi lado. Cuando mis amigos se ganaron el pase empezaron a burlarse de mí porque obviamente yo no podía giliar a la gringa porque no sabía hablar inglés - ¡ja! amigos como estos, para qué querer enemigos.- Después del allanamiento, yo me quedé perplejo, cohibido e inhibido sin opción ha acercármele a ella, y sin mayor atino.
Cuando el avión empezó hacer su descenso, atravesaba la densa capa de nubes que corona la capital, y de pronto solté un pensamiento en voz alta: - ¡Cómo odio los cielos nublados!- Y de repente la gringa me siguió la conversación, y los pocos minutos que quedaban para aterrizar entablamos una breve plática. Me enteré que ella vivía en Amsterdam, que había estado en Abancay haciendo labor humanitaria, y que ahí no más tomaba su vuelo directo a Holanda. Obviamente también me di cuenta que hablaba español.
A estas alturas de mi vida se me hace muy difícil tratar de recordar su nombre, por lo complejo que era pronunciarlo. Pero digo yo, esa conversación bien pudo empezar desde que ella se sentó a mi lado, de no ser por la oportuna allanada de mis queridos amigos. ¡Y qué roche! A las finales ella también se enteró que yo no sabía hablar inglés. ¡Plop!
¡¡¡¡¡Pregunteichon lo que quereichon!!!!!!

A hot night!

Una noche, en algún lugar del Perú, entraba a un "Night Club", ese sitio donde van los hombres y se encuentran con chicas "malas" que por dinero hacen "cosas buenas".
Recuerdo que esta bien pasado de copas y la fulana que se me sentó a mi lado parece que le fui de su total agrado por que ella de arranque se apoderó de mí y me "chapaba".
Yo, en lo 'zampao' que estaba, me calenté, como si fuese un enfermo de fiebre. Mis manos tocaron lo que no se debe tocar; palparon cada centímetro de cuerpo de la fulana, pues como verán también saqué provecho de la calentura. Bailábamos y regresábamos a la mesa donde se encontraban mis secuaces amigos. Cada vez que salíamos a bailar hacía gala del verdadero 'perreo', mis amigos se avergonzaban del bochornoso baile que yo protagonizaba - y qué se va hacer cuando uno anda borracho-.
Estaba en pleno punto de ebullición de mi arrechura, la tenía contra el espejo, simulando esas cosas que hacen los recién casados en su luna de miel y que a todos nos gusta - no se vale hacerse creer virgen-. y pleno acto de calentura surgió este pequeño parlamento:
Puta: ¿Quieres hacer el amor?
Yo: ¡¡¡¡¡Siiiii!!!!! - lo dije con un tono tan, pero tan ardiente-
Se imaginan, yo por dentro pensé: - ¡Lo hice!, I did it!; Oooh yess!!! Me sentía como equipo de fútbol dando la vuelta olímpica, el orgullo se me desparramaba totalmente, creía que la caza había concluido con rotundo éxito, me sentía todo un Don Juan, el afanador "interplatanario", el conquistador intergaláctico.
Puta: ¡200 Soles!!
Yo: ¡Nooo! -Con una sensación de bajón de temperatura y frustración-
Moraleja: "De cojera de perro y cariño de puta, no te fíes"

sábado, 17 de noviembre de 2007

Año Nuevo 2001

Era la navidad del año 2000, la mañana era soleada, como suele suceder casi todas las mañanas de los 365 días del año acá en Piura, eran casi las once de la mañana y sonó el timbre de mi casa. Eran Boris y Miguel que me fueron a ver para realizar una misión de urgencia: Comprar las provisiones para pasar el año nuevo. Así, mis queridos atrevidos visitantes de este portal, que empieza la historia del año nuevo más anecdótico de mi vida, el año nuevo del 2001 en Punta Sal.
Boris tiene una casa de dos pisos en el balneario de Punta Sal que fue construida por el año de 1983 y que estuvo muchos años sin concluir; sólo era el casco habitable, es decir, habían sólo paredes tarrajeadas, pisos sin losetas, los marcos de fierro de las puertas y ventanas; una casa sin los acabados. Suele más fácil describir que la casa no tenia lavatorios, retretes, agua, luz. Los requerimientos básicos para poder habitarla. Pero cuando uno es joven eso no importa, era el hábitat perfecto del aventuro aguerrido, de los valientes, de los que les encanta dormir en el cemento.
La fiesta de año nuevo de Colán del 2000 no fue lo que yo esperaba, tuvo tanta publicidad en la que prometieron cosas que a las finales nunca las vi en la fiesta, por lo pronto me sentí un poco decepcionado y estafado en esa fiesta. Ese fue el motivo que me animó a mi pasar el siguiente año nuevo de una manera distinta a las que siempre he celebrado, es decir algo diferente a las fiestas de año nuevo en Colán, a las que en aquel entonces yo no me perdía nunca. Pasar el año nuevo en Punta Sal era una idea previamente maquinada desde la época del año en la que a uno se le mete esa extraña idea en la cabeza: ¿Qué hago en año nuevo? Boris dio la idea de ir a Punta Sal, yo que ya había conocido su casa, y sabia a lo que me sometía, acepté el reto, y Miguel no la pensó dos veces, y usando unas de sus frases célebres, también se lanzo con todo y zapatillas. Claro, él no tenía la más mínima idea de como era la casa de Boris.
Entonces el 25 de diciembre Miguel y Boris fueron a mi casa para después dirigirnos la Mercado Central de Piura, alias "El merca", para comprar las provisiones necesarias. Llegamos al merca y fuimos a un puesto de abarrotes y pedimos lo siguiente: Dos cartones de cigarrillos "Premier", seis botellas de ron "Kankún"-créanme que no mas de nombrar esa marca ahora sí se me estremece el estómago como la anécdota pasada- y un six pack de Pepsi de tres litros. Todo eso ahorrando lo máximo posible de nuestras reservas monetarias - más misios- El ron, los cigarros y la gaseosa fueron nuestras provisiones, una vez compradas nos vimos mutuamente los tres y dijimos: - ¡Listo! eso es todo. Mañana al mediodía partimos a Punta Sal. Ustedes pensarán qué íbamos a comer, pues la respuesta es muy simple; al día siguiente en cada una de nuestras casas se iba a presentar un "ligeeero" desfalco de productos enlatados, sin distinción de marca, raza y contenido. Como verán en la guerra todo vale, jejeje.
Al día siguiente nos volvimos a encontrar en mi casa, dado que los terminales interprovinciales está a media vuelta a la manzana de mi casa, y empezamos alistar todo nuestro equipaje, que comprendía desde encendedores para los puchos, hasta cooler, guitarra y colchonetas. Era un mundo de equipaje, que no más el traslado era una odisea. Casi al medio día pasamos revista de lo que llevábamos: linternas, comida enlatada, trago, puchos, guitarra, calzoncillos, colchonetas, sleeping, anzuelos, nylon, naipes, desodorante, colonia, cohetones, cohetecillos, surtidores, zumbadores, silbadores, rasca-rasca, las infaltables candelillas "chispita mariposa", lámparas a kerosene, un cooler para servir trago, maletines, mochilas, etc; y al sentirnos seguros que nada faltaba nos dirigimos al terminal de Transportes "El Dorado" en su ruta Piura Tumbes. Y partimos a la aventura, en un trayecto largo, lento y caluroso. Pero supimos contrarrestar el trayecto, pues íbamos los tres jugando una partida de One.
Casi a las seis de la tarde el ómnibus hizo su parada al frente de la entrada al balneario, para bajar. Una vez afuera del bus nos esperaba una larga caminata de dos kilómetros hasta la casa de Boris. Toda una travesía con la ruma de cosas que ibamos cargando; como si fuese poco todas la camionetas que pasaban iban con sus tolvas repletas de bultos, y en su interior repletas de "hembritas"; no nos podían jalar, y nosotros seguíamos caminando. Cuando nos aproximábamos a la altura de las primeras casas y pasaba un viejito con su triciclo, ya el cielo había oscurecido y casi estábamos a mitad del trayecto. No recuerdo quien se le acercó al viejo y le pedimos, por favor, que nos ayudara al menos remolcar todas nuestras chivas. El tío, buena gente, aceptó ayudarnos y así fue como hicimos nuestro auspicioso ingreso al balneario; en carretilla. Que naco, todos en camionetas del año con tablas, y un montón de chicas, cada una más mamacita que la anterior, y nosotros caminado detrás de un triciclo. Felizmente era de noche ya. Y por último, en Punta Sal, a quién le importaba voltear a mirar a tres montuvios caminado detrás de un triciclo.
Y por fin llegamos a la casa de Boris, después de toda esa odisea, le dimos cinco luquitas al tío y nos "casi-instalamos" en su casa. Digo nos "casi-instalamos" porque ya era de noche, no teníamos luz y teníamos que quedarnos en la planta baja de la casa precaviendo no ir al segundo piso por si existía alguna presencia de ratas, murciélagos, y/o cualquier otro bicho extraño. Nosotros a simple vista de ojo de águila con lente infrarrojo, convenimos que si podíamos pernoctar en el primer piso. Después de un breve descanso y un pequeño paseo nocturno por la playa nos pusimos a chupar nuestros "ricos" tragos -wácala- hasta que el mismo cansancio nos obligó dormir.
Continuará...

jueves, 15 de noviembre de 2007

Qué dolor de estómago

A veces en la vida a uno le sucede taaaannntas anécdotas que es difícil decidir por cual empezar, o por la más light o por la más engorrosa. Voy a ser responsable de lo que voy publicar ahora, porque sinceramente eso no se lo deseo a nadie. Tampoco sean mal pensados, no es nada del Orinoco, ni de ultratumba. En fin lo que pasó quizás es muy común entre los bebés recién nacidos, o en ancianos con muchas complicaciones.
Cursaba tercero de media en el San Ignacio, no recuerdo que día de la semana era, pero estaba en clases de matemáticas con una profesora practicante a la que le hacían la vida imposible, pobre chica. A lo mejor reflexionó que la educación secundaria no era su vocación o que por favor le toque un trabajo en un colegio de mujeres o en cualquier grado de secundaria menos tercero. También recuerdo que era el penúltimo bloque de clases.
Yo en clases era un alumno de los comunes, no era malcriado y tampoco fui callado, quizá un poco relajado y chacotero. El reloj marcaba que tan sólo restaban 10 minutos para el último recreo, la profesora matando lo que quedaba de tiempo atendiendo las "dudas" de uno u otro alumno, y yo celebrando las payasadas al resto de la clase. De pronto una sensación terrible se adueño de mi vida por esos instantes, un escalofrío intenso acompañado de un dolor de estómago terrible que terminó por cambiarme de ánimo por completo. Me sentía, no mal, sino remal. Esos últimos diez minutos de clase los pase ¡horriiiible oe! Llegó el recreo y tuve que ceder mi puesto en el equipo de basket ( en esas épocas era lo que jugaba en los recreos, aunque no lo crean) y me fui al baño y no pasaba nada, es más el dolor era más intenso. Pasaron los 15 minutos de recreo y yo no pude ni aliviarme del malestar, ni cagar.
Las últimas dos horas de clases eran de Historia con el polémico profesor Murguía. Yo en mi carpeta retorciéndome de dolor mientras él avanzaba con su dictado de clases. El profesor advirtió mi malestar me vio pálido y me envió a enfermería donde el popular Carlos Palacios, que de pronto me dijo que fuera al baño, me atendía. Pero la misión de ir al baño no cumplió con sus objetivos. Yo seguía estreñido, pálido, sudando frío y con un dolor de wata de los mil demonios. Regresé a la enfermería y quedé recostado en la camilla oliendo alcohol que estaba remojado en un algodón. De un momento a otro se apareció por la enfermería el "gran" Sixto uno de los auxiliares de todo tercer grado, al que muchos -incluyéndome- le hacíamos la vida imposible. Al darse cuenta de lo jodido que me encontraba, se burlaba de mí con cierto aire de venganza, como si mi desgracia hubiese sido destino de una acto de justicia "divina" el cual yo merecía por burlarme de él cada vez que entraba al salón.
Las horas pasaron y el timbre de salida sonó, y yo dentro de mis dolencias sentía que se encendía la luz en el fondo del túnel y que pronto me iba hallar en el apocentro del alivio deshaciéndome de mis torturas. Subí al salón y me di con la agradable sorpresa que habían castigado a todos a quedarse sentados media hora más, seguro alguna pendejada de la que todos fueron cómplices produjo este castigo. Yo sentía que esa luz se volvía apagar y que lo único que me faltaba era quedarme castigado en el salón por culpa de una payasada la cual yo no fui partícipe. Gracias a Dios el profesor comprendió mi estado de animo y me dejó irme a casa.
Mi primo Juan Ramón, que también curso el tercero de media en el mismo salón conmigo, me dijo que le dijera a Cucho, su chofer, que regrese después por él. Y claro, eso para mí no era ningún inconveniente, a las finales Cucho nos hacia la movilidad a los dos. Cuando salí del colegio me di con otra "agradable sorpresa" Don Cucho no estaba esperándonos. Justo ese día en ese momento y en las circunstancias en que me hallaba, Cucho no estaba. Miré al cielo buscando una solución y por allí un compañero aceptó mi solicitud de darme un "aventón" para llegar a mi casa, pero me advirtió que él doblaba en la calle Arequipa porque se iba al Santa María a recoger a su hermana ( como sabrán en esos días no existía el cuarto puente).
Confieso haber sentido un ligero alivio mientras el carro, donde iba yo, cursaba su destino. Cuando llegamos al cruce de la Calle Arequipa con la Av. Sánchez Cerro abandoné el carro y me heché andar hacia mi querida casa, pues estaba a unas seis cuadras de mi casa - en realidad es cerca- pero los retortijones me hicieron sentir que mi casa quedaba al costado del fin del mundo.
Iba caminando solo, los dolores me seguían torturando, sentía un intenso escalofrío por todo el cuerpo, cada vez mi andar se hacía más lento y el dolor más intenso; que suplicio, peor que una pesadilla... que digo peor si lo peor (válgame la redondancia... perdón la redundancia) estaba a punto de suceder. Llegando a la esquina de la calle Junín con Sánchez Cerro, por fin llegó el final de mi delirio; pero de la manera menos auspiciosa que ustedes se puedan imaginar. El dolor se calmó, pero tuvo que dejar una factura muy cuantiosa en vergüenza, el peor de los roches; ese día, a mis 15 años, quise que el mundo dejara de existir, que la tierra se abra y yo caerme solo en un profundo abismo sin fin. El viento helado que sentía mientras yo caminaba me jugó la peor de las jugadas, la más cruel de las humillaciones; pues esa sensación helada que entraba en mi cuerpo se apoderó de mi esfínter y dejo escapar una hedionda sobrecarga que se depositó en mi calzoncillo. Tuve que llegar a casa con una asqueroso sobrepeso, y como si fuera poco también tuve cargar dentro de mi toda esa humillación, esa vergüenza, el fastidio, la desesperación. Créanme que en ese instante deseaba no tener absolutamente a nadie cerca de mí y no me quedaba otra que esperar ver con prontitud la puerta de mi casa. En ese momento sentí que lo peor de mi vida me había sucedido; cuando entré a mi casa subí de frente al baño y terminé de descargar las últimas "réplicas" de mi desastre, botar mi calzoncillo y llorar por tamaña humillación. En mí pensaba, qué habría pensado la gente que transitaba en ese momento a mi lado, y tanta desgracia se me ocurría. Pero cuando salí del baño reflexioné que no todas esas personas habrán sospechado yo había sido el autor intelectual de tan hediondo olor, con tanto transeúntes caminando, y por lo pronto mi ánimo mejoró y el dolor desapareció.
Recita un dicho popular y coloquial, del celebérrimo poeta, escritor y autor, y gran amigo mío, "Anónimo" -les sugiero que si no les gusta el dicho no lo lean-: "Es feo morir sin haber amado, pero más es feo es cagar sin haber almorzado"

Prrrrrr...ólogo


Saludos a todos los que se atreven a compartir este nuevo espacio, que tiene como objetivo publicar anécdotas personales, una manera de dar a conocer hechos de mi vida que en este momento uno recuerda con cierta gracia, y que quizás en el momento que pasó fue un suceso terrible de esos donde quieres que la tierra te trague, o quizá un momento memorable y jocoso... en fin. Al mismo tiempo quiero invitar a todos los que lean este portal y quieran compartir sus anécdotas escriban a giancarlocastagnino@gmail.com indicando como quiere que sus propias anécdotas sean publicadas; me reservo el derecho de admisión, ustedes tiene el derecho de guardar el anonimato si así lo desean; la idea es compartir esos momentos graciosos que uno a vivido o esos momentos engorrosos que ahora resultan muy graciosos. Atte "el autor"