A la mañana siguiente despertábamos doloridos; pues como comprenderán el cemento no es muy cómodo por más sleeping que uno utilice. Era el día de playa perfecto. Después de una acicalada de gato (desodorante y colonia) nos dispusimos caminar por las rocas y pescar. La pesca no fue milagrosa, pero se pasó un rato tranquilo agradable contemplando el ambiente playero. Regresamos a la casa y Miguel y yo fuimos a caminar un rato, inspeccionando el terreno. Llegamos hasta el hostal Los Delfines, y mientras consumíamos una gaseosa, al menos, aprovechábamos en utilizar el baño del hostal y hacer un lavado de gato, que es algo más deseable que tan sólo usar el desodorante y la colonia. Al regresar por la playa , la vista nos hizo una cruel jugada; deslumbrábamos a lo lejos un grupo de 'chicas lindas' que parecieran estar en la terraza de la casa de Boris. Al aproximarnos a la casa era cierto que habían un grupo de 'chicas lindas', pero en la terraza de lo vecinos. Todas eran hermosas, con sus bikinis, sus paredos, y lamentablemente con sus maridos. Eran lo vecinos del lado norte de la casa, todos llegaron en carrasos del año (y pensar que nosotros llegamos en carretilla), y en la casa ellos disponían de sillas, perezosas, hamacas, mesita con sombrilla; nosotros sólo disponíamos de una silla para niños con un respaldar, sin apoyador de espalda, de fierro oxidado como único mueble; ellos tenían comida de verdad, y nosotros puro enlatado. ¡Ah! como si fuese poco, nos olvidamos de llevar abrelatas. En la noche ellos tenían luz y nosotros la pasábamos a oscuras; nosotros reventábamos nuestro cohetecillos que sonaban "¡zic! y reventaban ¡puc!, y ellos reventaban camaretas que sonaban ¡sssssssssrrrooooaaaammmm!!!! y reventaban ¡bbbbbooooooooommmmm!!!! No nos quedó otra que esconder nuestro arsenal pirotécnico. Ellos tenían vodka Absolut, Chivas, Swing; y nosotros ron Kakún. Pero quieren saber algo, a las finales nos llegaba al cohete, ellos no tenían guitarra y nosotros sí, por lo tanto eso nos bastaba para pasarla bien chévere.
Pasaban los días, y de mañana íbamos a pescar, más por culto al deporte que por medio de subsistencia - porque de ser así nos moríamos en el acto-en las tardes jugábamos one y en la noche bebíamos. Una noche Boris prefirió quedarse en casa solo; como una especie de embrujo le dio un dolor de muelas que ni dormir lo dejaba, tenía una pierna entumecida, la irritación de piel a causa de la insolación, dolor de cabeza y paro de contar. Mientras tanto, Miguel y yo explorábamos el panorama playero como fieras en busca de posibles víctimas para la noche del 31. La verdad el panorama se hallaba de extremadamente difícil a imposible, tanto así que con trago en mano carburábamos nuestro plan de contingencia para celebrar el año nuevo en Máncora, pues sabíamos que el 30 llegaba a la casa, la entonces esposa de Boris, Mimi, y nosotros sentíamos que en la casa de pronto podíamos o bien sobrar, o bien tocar el "violín".
El día 30 llegó Mimi, que era entonces la esposa de Boris, a Punta Sal. La fuimos a recibir los tres a la entrada a la playa. Por dentro, Miguel y yo presentíamos que el plan de contingencia cada vez se hacía más factible, caso contrario nuestro año nuevo hubiese sido un asco. Mimi se instaló en la casa, se cambió y nos fuimos a caminar por la playa hasta llegar al Hotel Punta Sal. De regreso íbamos pasando por la casa del jefe de Mimi, un gringo alto, gordo, viejo y platudazo, que al darse que pasábamos caminando al frente de su casa gritó:
- ¡Del Castillo! Come on!
En ese momento Boris y Mimi se dirigieron a la casa. Miguel y yo sentíamos, que lo que presentíamos, ya era realidad. En esos breves segundos los dos vimos que todo iba a empeorar en un ¡zaz!. Y de pronto el gringo volvió a gritar:
- Hey guys!, Come on!
Y no es por nada, pero en ese instante la luz de la esperanza se encendió. La familia nos recibió, nos invitaron unos piqueos, y harta chela. Con decirles, que un cooler disponían de un montononooon de latas de cervezas de todos los colores, formas y sabores. Ese día nos invitaron a cenar en la noche. ¡Qué rico! Por fin comida de verdad. Una vez en la cena, llegaron a la casa una amiga de Mimi acompañada de otras dos niñas; y ahora sí créanme que el panorama juerguero de imposible mejoró a parrandero. De manera muy improvista ya teníamos un grupo para pasar el año nuevo al día siguiente, y obviamente el plan de ir a Máncora estaba totalmente descartado. Esa noche se armó un juergón, que si no vaciamos el bar del gringo, fue porque había suficiente trago para el día siguiente; atrás quedaba el asqueroso ron Kankún, que en esos momentos ni lo extrañábamos. Ese día bebimos, bailamos, hasta hicimos aeróbicos. Después fuimos al Wah!, que es un point donde la gente se reune a tomar, y ya estábamos bien turulos de tanto trago. Con decirles que una amiga estaba llorando porque extrañaba a su enamorado, otra estaba tan ebria que a cada rato se caía sobre la arena y gritaba:
-Fornication todo lo queretion!!
Yo estaba apoyado de un poste de caña y vociferaba como barra brava y con mucha euforia:
- ¡Ha fornicar!, ¡Ha fornicar!...
Boris, un poco abochornado, me decía:
- ¡Oe, tranquilo, qué gritas, no hagas roche!
Yo le repondría con voz borrachosa
-La forincard la nueva tarjeta de crédito....
Lo que hace el abuso de bebidas alcohólicas.
A la mañana siguiente amanecimos, algunos con una ligera resaca, quizás otros con una más intensa. Otro día perfecto de playa, cielo azul, mar cristalino, brisa, y sobretodo haaaarto bikini en la arena bronceando los cuerpos para la noche. Esa noche el jefe de Mimi nos volvió a invitar a su casa para recibir el año nuevo. En aquella ocasión presenciamos el mejor espectáculo pirotécnico de toda la playa, que ya quisieran nuestro vecinos tener uno así. Nos volvimos a reunir el mismo grupo de la noche anterior y la volvimos a pasar excelente.
A pesar de todas las limitaciones de la casa de Boris, ese año nuevo para mí fue excelente, y quizás único, y obviamente diferente. Hay aún, en esta historia, muchos detalles que he dejado de lado para no hacer de este relato extenso y aburrido. Y son justo esos detalles que hicieron que cada día, cada noche, cada instante fuesen mucho mejor a la anterior. Reitero, siempre cada noche que pasé en esa semana, siempre fue mejor a la anterior.
Ahora la casa de Boris está concluida, y les juro que es preciosa, y siempre la tiene alquilada para estas fechas. Quizás algún día regresemos para allanar a los demás vecinos jejejeje, quién sabe.
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