viernes, 30 de noviembre de 2007

¿Compañía?

Justo había terminado la fiesta de gala de la Facultad de Economía de la UNP, en el Centro Piurano, y había acompañado a mi amiga Diana a dejarla en la casa de su tía - por la esquina Junín con Huánuco-. una vez ella dentro de la casa de su tía me dirigí hacia al Tony´s donde habíamos acordado previamente todos reunirnos al terminar la fiesta.
Empecé a caminar por la Av. Sánchez Cerro, eran como casi dos o tres de la mañana, y me iba a Miraflores. A la altura del edificio Atlas en la otra vereda había un homosexual prostituyéndose, y al verme pasar, con una voz tan conchudamente ronca, gritaba: - ¡Colorao! - Seguro este pretendía que le hiciera "el favor". Yo traté de disimular el paso acelerado para evitar denotar miedo. Felizmente no paso nada y seguía caminando hacia el Tony´s. Cuando iba por la esquina de la cuadra donde se ubica el Hotel Vicús, se me acercaron en dirección contraria a hacia a mi otros dos homosexules, que trabajan de noche en toda esa zona, y uno de ellos me seguía diciéndome con una voz sensualona: - ¡Pssss!, ¡psss!, ¿Compañía guapo?
Yo no sabía como reaccionar en tan desquiciante situación, supongo que debí sonrojarme hasta más no sangrar, y el cabro de mierda me perseguía por toda esa cuadra ofreciéndome sus servicios: - ¡Pssss!, ¿Compañía?. No les miento que entré en pánico, pensé que en cualquier momento me iba asaltar, violar y porque no matar.
El maroco como que cumplió el servicio de "compañía" porque me hizo la 'taba', vendiéndose, toda esa cuadra hasta la altura del Tribi's.
A las finales bien dice el dicho: "Más vale solo, que mal acompañado". ¡Mai!

Como puta

Había una reunión reunida en la casa de mi amigo Boris, con los Aurich y la pandilla de los Robles. Cundo le comunicaba por teléfono a Boris que ya me dirigía a su jato, me recomendó de favor, para evitar tocar el timbre de su casa y no molestar a mis tíos, me vaya hacia la esquina del puente y gritara fuerte como puta, y que cuando el escuchase me abriera la puerta de su casa.
Llegue a la esquina del cuarto puente y grite tan fuerte, tal como él me advirtió:
- ¡¡¡Como putaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!
En seguida me dirigí a la casa de Boris y él ya estaba en la puerta esperándome.

Ai Huana Picchu

Cuando hicimos los Caminos Incas, se creó la frase 'Ai Huana Picchu', que no hacia referencia al cerro que acompaña a nuestra mística ciudadela, sino a la frase: "I want a picture"
Entre Marco, Juan Ramón, Gustavo y yo; el que dominaba el inglés, y era nuestro traductor oficial, era Juan Ramón. El resto si pretendía ligarse una gringa, tenía que seguir los consejos de nuestro 'locuaz interlocutor'.
Al regreso a Lima tuvimos que hacer un vuelo chárter Cusco - Arequipa, en una Antonov acondicionado para vuelos comerciales; y una vez en Arequipa hacíamos transbordo al Americana que nos trasladaba a la ciudad de Lima. Una vez adentro del avión sólo quedaban libres cinco asientos: Tres estaban al final del avión (en la cola) y adelante de éstos, los otros dos eran unos asientos independientes que supongo yo son los que usualmente utilizan las hoster en el momento que el avión despega y aterriza.
Mis tres amigos se posicionaron inmediatamente de los últimos tres asientos, no quedándome otra alternativa de sentarme solo en los dos asientos de al frente. Una vez sentado, vi como una linda gringa de pelo rubio, ojos claros y cuerpo delgado, ocupaba el asiento que sobraba a mi lado. Cuando mis amigos se ganaron el pase empezaron a burlarse de mí porque obviamente yo no podía giliar a la gringa porque no sabía hablar inglés - ¡ja! amigos como estos, para qué querer enemigos.- Después del allanamiento, yo me quedé perplejo, cohibido e inhibido sin opción ha acercármele a ella, y sin mayor atino.
Cuando el avión empezó hacer su descenso, atravesaba la densa capa de nubes que corona la capital, y de pronto solté un pensamiento en voz alta: - ¡Cómo odio los cielos nublados!- Y de repente la gringa me siguió la conversación, y los pocos minutos que quedaban para aterrizar entablamos una breve plática. Me enteré que ella vivía en Amsterdam, que había estado en Abancay haciendo labor humanitaria, y que ahí no más tomaba su vuelo directo a Holanda. Obviamente también me di cuenta que hablaba español.
A estas alturas de mi vida se me hace muy difícil tratar de recordar su nombre, por lo complejo que era pronunciarlo. Pero digo yo, esa conversación bien pudo empezar desde que ella se sentó a mi lado, de no ser por la oportuna allanada de mis queridos amigos. ¡Y qué roche! A las finales ella también se enteró que yo no sabía hablar inglés. ¡Plop!
¡¡¡¡¡Pregunteichon lo que quereichon!!!!!!

A hot night!

Una noche, en algún lugar del Perú, entraba a un "Night Club", ese sitio donde van los hombres y se encuentran con chicas "malas" que por dinero hacen "cosas buenas".
Recuerdo que esta bien pasado de copas y la fulana que se me sentó a mi lado parece que le fui de su total agrado por que ella de arranque se apoderó de mí y me "chapaba".
Yo, en lo 'zampao' que estaba, me calenté, como si fuese un enfermo de fiebre. Mis manos tocaron lo que no se debe tocar; palparon cada centímetro de cuerpo de la fulana, pues como verán también saqué provecho de la calentura. Bailábamos y regresábamos a la mesa donde se encontraban mis secuaces amigos. Cada vez que salíamos a bailar hacía gala del verdadero 'perreo', mis amigos se avergonzaban del bochornoso baile que yo protagonizaba - y qué se va hacer cuando uno anda borracho-.
Estaba en pleno punto de ebullición de mi arrechura, la tenía contra el espejo, simulando esas cosas que hacen los recién casados en su luna de miel y que a todos nos gusta - no se vale hacerse creer virgen-. y pleno acto de calentura surgió este pequeño parlamento:
Puta: ¿Quieres hacer el amor?
Yo: ¡¡¡¡¡Siiiii!!!!! - lo dije con un tono tan, pero tan ardiente-
Se imaginan, yo por dentro pensé: - ¡Lo hice!, I did it!; Oooh yess!!! Me sentía como equipo de fútbol dando la vuelta olímpica, el orgullo se me desparramaba totalmente, creía que la caza había concluido con rotundo éxito, me sentía todo un Don Juan, el afanador "interplatanario", el conquistador intergaláctico.
Puta: ¡200 Soles!!
Yo: ¡Nooo! -Con una sensación de bajón de temperatura y frustración-
Moraleja: "De cojera de perro y cariño de puta, no te fíes"

sábado, 17 de noviembre de 2007

Año Nuevo 2001

Era la navidad del año 2000, la mañana era soleada, como suele suceder casi todas las mañanas de los 365 días del año acá en Piura, eran casi las once de la mañana y sonó el timbre de mi casa. Eran Boris y Miguel que me fueron a ver para realizar una misión de urgencia: Comprar las provisiones para pasar el año nuevo. Así, mis queridos atrevidos visitantes de este portal, que empieza la historia del año nuevo más anecdótico de mi vida, el año nuevo del 2001 en Punta Sal.
Boris tiene una casa de dos pisos en el balneario de Punta Sal que fue construida por el año de 1983 y que estuvo muchos años sin concluir; sólo era el casco habitable, es decir, habían sólo paredes tarrajeadas, pisos sin losetas, los marcos de fierro de las puertas y ventanas; una casa sin los acabados. Suele más fácil describir que la casa no tenia lavatorios, retretes, agua, luz. Los requerimientos básicos para poder habitarla. Pero cuando uno es joven eso no importa, era el hábitat perfecto del aventuro aguerrido, de los valientes, de los que les encanta dormir en el cemento.
La fiesta de año nuevo de Colán del 2000 no fue lo que yo esperaba, tuvo tanta publicidad en la que prometieron cosas que a las finales nunca las vi en la fiesta, por lo pronto me sentí un poco decepcionado y estafado en esa fiesta. Ese fue el motivo que me animó a mi pasar el siguiente año nuevo de una manera distinta a las que siempre he celebrado, es decir algo diferente a las fiestas de año nuevo en Colán, a las que en aquel entonces yo no me perdía nunca. Pasar el año nuevo en Punta Sal era una idea previamente maquinada desde la época del año en la que a uno se le mete esa extraña idea en la cabeza: ¿Qué hago en año nuevo? Boris dio la idea de ir a Punta Sal, yo que ya había conocido su casa, y sabia a lo que me sometía, acepté el reto, y Miguel no la pensó dos veces, y usando unas de sus frases célebres, también se lanzo con todo y zapatillas. Claro, él no tenía la más mínima idea de como era la casa de Boris.
Entonces el 25 de diciembre Miguel y Boris fueron a mi casa para después dirigirnos la Mercado Central de Piura, alias "El merca", para comprar las provisiones necesarias. Llegamos al merca y fuimos a un puesto de abarrotes y pedimos lo siguiente: Dos cartones de cigarrillos "Premier", seis botellas de ron "Kankún"-créanme que no mas de nombrar esa marca ahora sí se me estremece el estómago como la anécdota pasada- y un six pack de Pepsi de tres litros. Todo eso ahorrando lo máximo posible de nuestras reservas monetarias - más misios- El ron, los cigarros y la gaseosa fueron nuestras provisiones, una vez compradas nos vimos mutuamente los tres y dijimos: - ¡Listo! eso es todo. Mañana al mediodía partimos a Punta Sal. Ustedes pensarán qué íbamos a comer, pues la respuesta es muy simple; al día siguiente en cada una de nuestras casas se iba a presentar un "ligeeero" desfalco de productos enlatados, sin distinción de marca, raza y contenido. Como verán en la guerra todo vale, jejeje.
Al día siguiente nos volvimos a encontrar en mi casa, dado que los terminales interprovinciales está a media vuelta a la manzana de mi casa, y empezamos alistar todo nuestro equipaje, que comprendía desde encendedores para los puchos, hasta cooler, guitarra y colchonetas. Era un mundo de equipaje, que no más el traslado era una odisea. Casi al medio día pasamos revista de lo que llevábamos: linternas, comida enlatada, trago, puchos, guitarra, calzoncillos, colchonetas, sleeping, anzuelos, nylon, naipes, desodorante, colonia, cohetones, cohetecillos, surtidores, zumbadores, silbadores, rasca-rasca, las infaltables candelillas "chispita mariposa", lámparas a kerosene, un cooler para servir trago, maletines, mochilas, etc; y al sentirnos seguros que nada faltaba nos dirigimos al terminal de Transportes "El Dorado" en su ruta Piura Tumbes. Y partimos a la aventura, en un trayecto largo, lento y caluroso. Pero supimos contrarrestar el trayecto, pues íbamos los tres jugando una partida de One.
Casi a las seis de la tarde el ómnibus hizo su parada al frente de la entrada al balneario, para bajar. Una vez afuera del bus nos esperaba una larga caminata de dos kilómetros hasta la casa de Boris. Toda una travesía con la ruma de cosas que ibamos cargando; como si fuese poco todas la camionetas que pasaban iban con sus tolvas repletas de bultos, y en su interior repletas de "hembritas"; no nos podían jalar, y nosotros seguíamos caminando. Cuando nos aproximábamos a la altura de las primeras casas y pasaba un viejito con su triciclo, ya el cielo había oscurecido y casi estábamos a mitad del trayecto. No recuerdo quien se le acercó al viejo y le pedimos, por favor, que nos ayudara al menos remolcar todas nuestras chivas. El tío, buena gente, aceptó ayudarnos y así fue como hicimos nuestro auspicioso ingreso al balneario; en carretilla. Que naco, todos en camionetas del año con tablas, y un montón de chicas, cada una más mamacita que la anterior, y nosotros caminado detrás de un triciclo. Felizmente era de noche ya. Y por último, en Punta Sal, a quién le importaba voltear a mirar a tres montuvios caminado detrás de un triciclo.
Y por fin llegamos a la casa de Boris, después de toda esa odisea, le dimos cinco luquitas al tío y nos "casi-instalamos" en su casa. Digo nos "casi-instalamos" porque ya era de noche, no teníamos luz y teníamos que quedarnos en la planta baja de la casa precaviendo no ir al segundo piso por si existía alguna presencia de ratas, murciélagos, y/o cualquier otro bicho extraño. Nosotros a simple vista de ojo de águila con lente infrarrojo, convenimos que si podíamos pernoctar en el primer piso. Después de un breve descanso y un pequeño paseo nocturno por la playa nos pusimos a chupar nuestros "ricos" tragos -wácala- hasta que el mismo cansancio nos obligó dormir.
Continuará...

jueves, 15 de noviembre de 2007

Qué dolor de estómago

A veces en la vida a uno le sucede taaaannntas anécdotas que es difícil decidir por cual empezar, o por la más light o por la más engorrosa. Voy a ser responsable de lo que voy publicar ahora, porque sinceramente eso no se lo deseo a nadie. Tampoco sean mal pensados, no es nada del Orinoco, ni de ultratumba. En fin lo que pasó quizás es muy común entre los bebés recién nacidos, o en ancianos con muchas complicaciones.
Cursaba tercero de media en el San Ignacio, no recuerdo que día de la semana era, pero estaba en clases de matemáticas con una profesora practicante a la que le hacían la vida imposible, pobre chica. A lo mejor reflexionó que la educación secundaria no era su vocación o que por favor le toque un trabajo en un colegio de mujeres o en cualquier grado de secundaria menos tercero. También recuerdo que era el penúltimo bloque de clases.
Yo en clases era un alumno de los comunes, no era malcriado y tampoco fui callado, quizá un poco relajado y chacotero. El reloj marcaba que tan sólo restaban 10 minutos para el último recreo, la profesora matando lo que quedaba de tiempo atendiendo las "dudas" de uno u otro alumno, y yo celebrando las payasadas al resto de la clase. De pronto una sensación terrible se adueño de mi vida por esos instantes, un escalofrío intenso acompañado de un dolor de estómago terrible que terminó por cambiarme de ánimo por completo. Me sentía, no mal, sino remal. Esos últimos diez minutos de clase los pase ¡horriiiible oe! Llegó el recreo y tuve que ceder mi puesto en el equipo de basket ( en esas épocas era lo que jugaba en los recreos, aunque no lo crean) y me fui al baño y no pasaba nada, es más el dolor era más intenso. Pasaron los 15 minutos de recreo y yo no pude ni aliviarme del malestar, ni cagar.
Las últimas dos horas de clases eran de Historia con el polémico profesor Murguía. Yo en mi carpeta retorciéndome de dolor mientras él avanzaba con su dictado de clases. El profesor advirtió mi malestar me vio pálido y me envió a enfermería donde el popular Carlos Palacios, que de pronto me dijo que fuera al baño, me atendía. Pero la misión de ir al baño no cumplió con sus objetivos. Yo seguía estreñido, pálido, sudando frío y con un dolor de wata de los mil demonios. Regresé a la enfermería y quedé recostado en la camilla oliendo alcohol que estaba remojado en un algodón. De un momento a otro se apareció por la enfermería el "gran" Sixto uno de los auxiliares de todo tercer grado, al que muchos -incluyéndome- le hacíamos la vida imposible. Al darse cuenta de lo jodido que me encontraba, se burlaba de mí con cierto aire de venganza, como si mi desgracia hubiese sido destino de una acto de justicia "divina" el cual yo merecía por burlarme de él cada vez que entraba al salón.
Las horas pasaron y el timbre de salida sonó, y yo dentro de mis dolencias sentía que se encendía la luz en el fondo del túnel y que pronto me iba hallar en el apocentro del alivio deshaciéndome de mis torturas. Subí al salón y me di con la agradable sorpresa que habían castigado a todos a quedarse sentados media hora más, seguro alguna pendejada de la que todos fueron cómplices produjo este castigo. Yo sentía que esa luz se volvía apagar y que lo único que me faltaba era quedarme castigado en el salón por culpa de una payasada la cual yo no fui partícipe. Gracias a Dios el profesor comprendió mi estado de animo y me dejó irme a casa.
Mi primo Juan Ramón, que también curso el tercero de media en el mismo salón conmigo, me dijo que le dijera a Cucho, su chofer, que regrese después por él. Y claro, eso para mí no era ningún inconveniente, a las finales Cucho nos hacia la movilidad a los dos. Cuando salí del colegio me di con otra "agradable sorpresa" Don Cucho no estaba esperándonos. Justo ese día en ese momento y en las circunstancias en que me hallaba, Cucho no estaba. Miré al cielo buscando una solución y por allí un compañero aceptó mi solicitud de darme un "aventón" para llegar a mi casa, pero me advirtió que él doblaba en la calle Arequipa porque se iba al Santa María a recoger a su hermana ( como sabrán en esos días no existía el cuarto puente).
Confieso haber sentido un ligero alivio mientras el carro, donde iba yo, cursaba su destino. Cuando llegamos al cruce de la Calle Arequipa con la Av. Sánchez Cerro abandoné el carro y me heché andar hacia mi querida casa, pues estaba a unas seis cuadras de mi casa - en realidad es cerca- pero los retortijones me hicieron sentir que mi casa quedaba al costado del fin del mundo.
Iba caminando solo, los dolores me seguían torturando, sentía un intenso escalofrío por todo el cuerpo, cada vez mi andar se hacía más lento y el dolor más intenso; que suplicio, peor que una pesadilla... que digo peor si lo peor (válgame la redondancia... perdón la redundancia) estaba a punto de suceder. Llegando a la esquina de la calle Junín con Sánchez Cerro, por fin llegó el final de mi delirio; pero de la manera menos auspiciosa que ustedes se puedan imaginar. El dolor se calmó, pero tuvo que dejar una factura muy cuantiosa en vergüenza, el peor de los roches; ese día, a mis 15 años, quise que el mundo dejara de existir, que la tierra se abra y yo caerme solo en un profundo abismo sin fin. El viento helado que sentía mientras yo caminaba me jugó la peor de las jugadas, la más cruel de las humillaciones; pues esa sensación helada que entraba en mi cuerpo se apoderó de mi esfínter y dejo escapar una hedionda sobrecarga que se depositó en mi calzoncillo. Tuve que llegar a casa con una asqueroso sobrepeso, y como si fuera poco también tuve cargar dentro de mi toda esa humillación, esa vergüenza, el fastidio, la desesperación. Créanme que en ese instante deseaba no tener absolutamente a nadie cerca de mí y no me quedaba otra que esperar ver con prontitud la puerta de mi casa. En ese momento sentí que lo peor de mi vida me había sucedido; cuando entré a mi casa subí de frente al baño y terminé de descargar las últimas "réplicas" de mi desastre, botar mi calzoncillo y llorar por tamaña humillación. En mí pensaba, qué habría pensado la gente que transitaba en ese momento a mi lado, y tanta desgracia se me ocurría. Pero cuando salí del baño reflexioné que no todas esas personas habrán sospechado yo había sido el autor intelectual de tan hediondo olor, con tanto transeúntes caminando, y por lo pronto mi ánimo mejoró y el dolor desapareció.
Recita un dicho popular y coloquial, del celebérrimo poeta, escritor y autor, y gran amigo mío, "Anónimo" -les sugiero que si no les gusta el dicho no lo lean-: "Es feo morir sin haber amado, pero más es feo es cagar sin haber almorzado"

Prrrrrr...ólogo


Saludos a todos los que se atreven a compartir este nuevo espacio, que tiene como objetivo publicar anécdotas personales, una manera de dar a conocer hechos de mi vida que en este momento uno recuerda con cierta gracia, y que quizás en el momento que pasó fue un suceso terrible de esos donde quieres que la tierra te trague, o quizá un momento memorable y jocoso... en fin. Al mismo tiempo quiero invitar a todos los que lean este portal y quieran compartir sus anécdotas escriban a giancarlocastagnino@gmail.com indicando como quiere que sus propias anécdotas sean publicadas; me reservo el derecho de admisión, ustedes tiene el derecho de guardar el anonimato si así lo desean; la idea es compartir esos momentos graciosos que uno a vivido o esos momentos engorrosos que ahora resultan muy graciosos. Atte "el autor"